jueves, noviembre 01, 2007

Empezar de 0

Hace unas semanas, estaba aburrido en mi habitación y cogí mi portátil, que me hace mucha compañía. Lo abrí, lo encendí, pero algo no marchaba bien: había perdido el disco duro. El resto funcionaba bien, pero su memoria se había esfumado. Yo lo miraba fijamente a la pantalla, y aunque igual en apariencia, no era el mismo. Estaba ausente, ido. Es una pena que de un día para otro haya perdido todos sus recuerdos, y con ellos, los míos, pensé yo. Lo apagué muy triste y me fui a mi rincón de llorar.

A la mañana siguiente me dijeron que había un tipo en las afueras que me podía conseguir un disco duro nuevo. Igor se llamaba el chaval. Quedé con él una noche de tormenta en un callejón oscuro. Era un tipo delgado, estrábico y de ojos saltones, nariz aguileña, y con una enorme joroba que se adivinaba debajo de su capa negra, quizás esto explicaría sus extraños andares. Era de estas personas que te dan confianza en cuanto las ves. Le hablé de mi problema, y se mostró muy comprensivo, me prometió que en un par de días me podía conseguir un magnífico ejemplar para reemplazar el que se había estropeado. Y así quedamos.

Al cabo del par de días, se presentó en mi estudio con el ansiado objeto dentro de un tarro de cristal con una etiqueta que ponia "Abnormal HD". Todo parecía ir de maravilla. De inmediato lo preparamos todo: bajé las persianas, coloqué el portátil en la mesa, me lavé las manos como hacen en las pelis de médicos, dispusimos todo el instrumental y con la precisión de un cirujano le quité los tornillos, abrí la carcasa, intercambié los discos y de nuevo a poner la carcasa y los tornillos. Igor me felicitó por la intervención.

Después de un tiempo de reposo, encendí la máquina con mi mano temblorosa. Los dos mirábamos con espectación. De repente, la pantalla se iluminó con fuerza, y el sistema arrancó como si fuera nuevo. Desde luego parecía nuevo. Parecía otro. Miré entre los ficheros pero no había nada, ninguna foto de la playa, ningún disco bajado del megaupload, ningún powerpoint cachondo. Nada. Ahora tendremos que empezar de cero.

Nunca recuperaré a mi antiguo portátil, pero este nuevo promete. Os dejo, que he quedado con Igor para echarnos una partida de ajedrez online. ¡Adios!

1 comentario:

alvaro dijo...

Cuando a un ordenador le entra el alzhéimer los recuerdos que pierde son los tuyos, el muy cabrón.