El título de este post no tiene nada que ver con ningún capítulo de mi infancia, aunque sí, una vez fui al circo cuando tenía 5 años, pero os confieso que no me gustó mucho. Ni los animales con caras tristes, como los célebres tres tigres que comen trigo en un trigal (esa no es vida para unos tigres, para empezar porque el tigre es carnívoro de toda la vida, no sé cómo se les ocurre alimentarlos a base de cereales). Ni el rollo del payaso alegre por fuera y triste por dentro, ni los acróbatas, siempre temiendo que se cayeran, ni el presentador, que daba más grima que Jordi Hurtado (que por cierto, hay una teoría que afirma que este hombre murió hace años). Nunca le pillé el punto al circo, y de hecho no recuerdo casi nada, lo que sí se me quedó marcado fue cuando todos los niños hicimos cola para saludar a Torrebruno (de nombre Rocco), este pequeño hombre entrañable que cantaba Tigres y leones. Recuerdo que después de esperar un rato largo en la cola, llegué a donde estaba él, entonces le cogí fuertemente de los hombros, me agaché ligeramente y le planté dos besos como dos soles mañaneros. Antes de que salte nadie, os diré que hace ya tiempo que quedó descartada la hipótesis de suicidio en bonsai.
El título del post es una fragmento de un chiste que contaba el gran gran Chiquito:
Hijo: ¡Papár, papár!
Padre: ¿Qué quieres?
Hijo: Llévame al circo.
Padre: ¡Nor! el que quiera verte, que venga a casa.
Así escrito no tiene mucha gracia, pero no se me ocurre una manera mejor de introduciros esta joya. Ya os he hablado alguna vez de las maravillas de la fusión, pero esto, amigos, esto es algo grande. El proyecto se llama Chiquigrind y como bien dice el nombre, es la mezcla perfecta de grindcore (con bandas estandarte como Cartílago Palpitante) y Chiquito de la Calzada. Brutal. El tema "I have a very big Hamatoma" es realmente bueno, pero atentos a la parte gutural del popurrí "123 Chiquigrind".
Madre, esto no tiene fondo...
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