Esta mañana he visto a Coque Malla en el metro, iba con unas gafas de sol y una gorra, pero era él seguro. Me llamaron la atención sus elegantes zapatos de punta, hechos de piel de cocodrilo, un trabajo fino. Iba leyendo el País con las piernas cruzadas como una mujer, así tipo intelectual. El caso es que se sube en una parada uno de estos señores rumanos que cantan en el metro y llevan un pequeño ampli amarrao al esqueleto de un carrito de la compra. El hombre tiene que ponerse en el centro del vagón, y al pasar al lado del lider de Los Ronaldos, le pasa con toda la rueda del carrito por encima de su reluciente zapato izquierdo, y siguió adelante como si no se hubiera dado cuenta. Se le quedó la marca en el zapato y todo. Coque, para mostrarle su disconformidad, chasqueó la lengua lo más alto que pudo, pero para entonces ya había comenzado a sonar When The Saints Go Marching In.
Otro temazo recurrente en la banda sonora del metro de Madrid es Bésame mucho. Hay veces que lo he escuchado hasta dos veces de camino al curro. Es de estas canciones que odias a muerte pero que por H o por B acabas escuchando más que ninguna otra, como la canción de la peli Ghost.
El otro día estaba pensando en frases que nunca haya pronunciado nadie en ningún idioma y en ninguna época: "Hoy no, cariño, hoy no me apetece una felación. Prefiero seguir con mi novela de Lucía Etxebarría, que me tiene totalmente enganchado." Vale, lo de la novela es un poco trampa, pero la idea general es lo importante. Tienen que ser frases posibles, no valen absurdeces como "el perchero de peluche está mordisqueando mi aparato excretor". Aunque para frases absurdas, las que suelta por esa boquita el menda que llevo escuchando compulsivamente estos días, Franco Battiato. ¡Atiende! "Yo prefiero la ensalada a Beethoven y Sinatra, a Vivaldi uvas pasas, que me dan más calorías". Esa tampoco vale.
Un colega y yo nos pusimos a pensar situaciones donde encajaría perfectamente la frase "no te digo trigo". Por ejemplo, un agricultor le dice a otro: "Este terreno lo tienes desaprovechao, coño Julián, tendrías que sembrar algo, no te digo trigo, que da mucho trabajo, pero sí algo sencillito como patatas o remolachas". Aunque no tengo ni idea de si las patatas son más fáciles que el trigo, la verdad, si alguien pudiera confirmarme este dato, me quedaría más tranquilo.
miércoles, julio 16, 2008
Lo que yo decía...
Este video es un claro ejemplo de que los niños muchas veces no se lo pasan tan bien en el circo. Mirad lo que le hacen a este pobre chaval... Aunque la verdad es que no puedo evitar partirme el hojaldre cuando lo veo.
martes, julio 15, 2008
¡ Papá, papá, llévame al circo !
El título de este post no tiene nada que ver con ningún capítulo de mi infancia, aunque sí, una vez fui al circo cuando tenía 5 años, pero os confieso que no me gustó mucho. Ni los animales con caras tristes, como los célebres tres tigres que comen trigo en un trigal (esa no es vida para unos tigres, para empezar porque el tigre es carnívoro de toda la vida, no sé cómo se les ocurre alimentarlos a base de cereales). Ni el rollo del payaso alegre por fuera y triste por dentro, ni los acróbatas, siempre temiendo que se cayeran, ni el presentador, que daba más grima que Jordi Hurtado (que por cierto, hay una teoría que afirma que este hombre murió hace años). Nunca le pillé el punto al circo, y de hecho no recuerdo casi nada, lo que sí se me quedó marcado fue cuando todos los niños hicimos cola para saludar a Torrebruno (de nombre Rocco), este pequeño hombre entrañable que cantaba Tigres y leones. Recuerdo que después de esperar un rato largo en la cola, llegué a donde estaba él, entonces le cogí fuertemente de los hombros, me agaché ligeramente y le planté dos besos como dos soles mañaneros. Antes de que salte nadie, os diré que hace ya tiempo que quedó descartada la hipótesis de suicidio en bonsai.
El título del post es una fragmento de un chiste que contaba el gran gran Chiquito:
Hijo: ¡Papár, papár!
Padre: ¿Qué quieres?
Hijo: Llévame al circo.
Padre: ¡Nor! el que quiera verte, que venga a casa.
Así escrito no tiene mucha gracia, pero no se me ocurre una manera mejor de introduciros esta joya. Ya os he hablado alguna vez de las maravillas de la fusión, pero esto, amigos, esto es algo grande. El proyecto se llama Chiquigrind y como bien dice el nombre, es la mezcla perfecta de grindcore (con bandas estandarte como Cartílago Palpitante) y Chiquito de la Calzada. Brutal. El tema "I have a very big Hamatoma" es realmente bueno, pero atentos a la parte gutural del popurrí "123 Chiquigrind".
Madre, esto no tiene fondo...
El título del post es una fragmento de un chiste que contaba el gran gran Chiquito:
Hijo: ¡Papár, papár!
Padre: ¿Qué quieres?
Hijo: Llévame al circo.
Padre: ¡Nor! el que quiera verte, que venga a casa.
Así escrito no tiene mucha gracia, pero no se me ocurre una manera mejor de introduciros esta joya. Ya os he hablado alguna vez de las maravillas de la fusión, pero esto, amigos, esto es algo grande. El proyecto se llama Chiquigrind y como bien dice el nombre, es la mezcla perfecta de grindcore (con bandas estandarte como Cartílago Palpitante) y Chiquito de la Calzada. Brutal. El tema "I have a very big Hamatoma" es realmente bueno, pero atentos a la parte gutural del popurrí "123 Chiquigrind".
Madre, esto no tiene fondo...
Miedo al zumbido de los mosquitos
Te tumbas en la cama bien entrada la noche, muerto de calor, medio sudando, las luces están apagadas y no se escucha nada más que alguna motillo que pasa por la calle o el camión de la basura. Pero entre los ruidos urbanos crees distinguir algo familiar. De momento es un lejano "zzzz", te concentras en él para comprobar que no sea otro sonido que tu mente asustadiza quiere transformar en uno de tus temores nocturnos. Al poco te convences de que lo que estás escuchando es realmente uno de ellos: está ahí, y te está acechando. Entre él y tú se establece entonces un desafío tácito, sabéis que va a librarse una batalla que puede durar toda la noche. En ese instante es cuando el repugnante insecto sonrie mostrando sus afilados dientes y comienza su campaña de terror volando en círculos sobre tu cabeza. Tú puedes seguir la trayectoria exacta que sigue a través de su desagradable zumbido, que cada vez va aumentando, hasta que en un momento de debilidad, una rápida pasada por tu oreja más expuesta hace que todos los pelos de tu cuerpo se pongan de punta y pegues un bote en la cama. Después de maldecir a la comunidad de insectos en general y a los culícidos en particular, enciendes la luz, coges un periódico de estos que te dan gratis en el metro y te subes a la cama en gayumbos, mirando para todos lados, esperando verlo y aplastarlo. Pero no le ves. Pero él a tí sí. Y lo sabes. Y te jode. Entonces es cuando alzas los dos brazos y le gritas al aire con todas tus fuerzas: "¡Pícame, pícame, maldito bastardo donde te venga en gana, pero lo que más quieras, no me atormentes más con tu zumbido ensordecedor!"
A los quince segundos de un silencio perfecto bajas los brazos y bajas de la cama con algo menos de dignidad, y con la cabeza gacha dejas el periódico, abatido, apagas la luz y vuelves a intentar dormir. Sabes que no ha servido de nada, y también sabes que la fama que tienes en el bloque no es injustificada. Estás ahora tumbado esperando otro nuevo ataque de tu enemigo. Y no tarda mucho en llegar, de repente, y sin verlo venir, un nuevo y más agudo zumbido te atraviesa el cráneo de lado a lado, y volvemos a la misma operación de las luces, el periódico y el lamentable griterío.
Es muy común en estos casos encontrarse a uno mismo en pleno verano a las 4:30 de la mañana totalmente tapado hasta el cuello con la sábana y con la cabeza cubierta por un cojín, llorando en silencio mientras ves las horas del despertador pasar muy lentamente.
Ahora mismo que estoy escribiendo esto en la oscuridad del salón, acaba de atravesar la pantalla uno de esos miserables bichejos, sin mucha prisa, con una actitud desafiante, como retándome. Pero esta noche no podrá conmigo. Cojo el periódico y enciendo la luz...
A los quince segundos de un silencio perfecto bajas los brazos y bajas de la cama con algo menos de dignidad, y con la cabeza gacha dejas el periódico, abatido, apagas la luz y vuelves a intentar dormir. Sabes que no ha servido de nada, y también sabes que la fama que tienes en el bloque no es injustificada. Estás ahora tumbado esperando otro nuevo ataque de tu enemigo. Y no tarda mucho en llegar, de repente, y sin verlo venir, un nuevo y más agudo zumbido te atraviesa el cráneo de lado a lado, y volvemos a la misma operación de las luces, el periódico y el lamentable griterío.
Es muy común en estos casos encontrarse a uno mismo en pleno verano a las 4:30 de la mañana totalmente tapado hasta el cuello con la sábana y con la cabeza cubierta por un cojín, llorando en silencio mientras ves las horas del despertador pasar muy lentamente.
Ahora mismo que estoy escribiendo esto en la oscuridad del salón, acaba de atravesar la pantalla uno de esos miserables bichejos, sin mucha prisa, con una actitud desafiante, como retándome. Pero esta noche no podrá conmigo. Cojo el periódico y enciendo la luz...
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