viernes, noviembre 23, 2007

Nada es lo que parece.

Un día estaba yo sentado en el bus, asiento de ventana, hacía un día estupendo. En una parada, se suben algunan personas, pero yo me fijé en una en particular, una señora mayor vestida de monja. Una monja, pensé yo, o una señora disfrazada de monja riéndose de la peña. No, una monja. Supe en cuanto la vi que iría a sentarse a mi lado, tengo un magnetismo con cierta gente especial. Efectivamente, ella se sentó a mi lado. Yo estaba con mi mp3, así que seguí escuchando mi disco Head Hunters y mirando el paisaje urbano. En esto que vi algo por el rabillo del ojo que me inquietó, la monja estaba moviendo la cabeza al ritmo funky de la música. No me lo podía creer, giré un pelín la cabeza, y en efecto bailaba sin disimular lo más mínimo. Con un enorme esfuerzo logré apagar un ataque de risa. Se me pasaron muchas cosas por la cabeza. Están muy aisladas en el convento y claro, salen un dia y se desmadran con la locura de la gran ciudad. O a lo mejor sí que tienen música allí dentro. Quizás se haya bajado el disco antes que yo. Puede que tengamos gustos comunes. Miré descaradamente, no podía más. La monja, como era lo normal, no bailaba con la música de mi mp3, sólo tenía un tic, un puñetero tic. Que chasco.

Sé que es una mierda de historia, pero mi siquiatra me ha recomendado que cuente mi cosas en el blog, hay que echarlo todo fuera, me dice él, es la única manera de eliminar esos pequeños desequilibrios. He tenido mucha suerte con Alfredo, él me pasa consulta sin cobrarme, y yo le cuido a su hijo de 3 meses los sábados por la noche, cuando actúa en el club "Deseo Tropical". Así se saca un sobresueldo. Es un tío muy válido. Y yo estoy bastante mejor.

3 comentarios:

El Mario dijo...

Nada, nada, tú descarga :)

Mercedes dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mercedes dijo...

En uno de mis viajes por el ancho mundo mis pasos me guiaron hasta un monasterio perdido en algún lugar de Polonia.

El antiguo monasterio acogía ahora a un seminario y dos de los seminaristas nos sirvieron de guía por el lugar. Uno vestía traje oscuro, jersey y alzacuellos y el otro sotana, siendo éste último el más tímido de los dos y el que sólo hablaba polaco. Mi anfitrión polaco era un traductor malísimo, y me encontré con el pobre chico hablando en latín, ¡quién iba a decir que lo iba a usar algún día!

Por suerte, el seminarista del traje oscuro hablaba alemán y con él estuve casi toda la visita, mientras mi anfitrión polaco hablaba y hablaba con el de la sotana en un idioma para mí ininteligible. Cuando nos fuimos le pregunté de qué habían estado cuchicheando y mi anfitrión contestó que necesitaba saberlo todo, por lo que no se le ocurrió otra cosa que preguntarle al de la sotana por sus distracciones en el seminario. Éste le contó que de vez en cuando se tomaban una cerveza y quizás vino, y que en las habitaciones tenían internet. Cuando oyó la palabra mágica, mi anfitrión le preguntó si alguna vez había visitado páginas porno, o al menos buscado alguna fotillo que otra.

- Y ¿qué te contestó? - le pregunté yo.

- Nada, sólo sonrió y miró al suelo.

Así que no te fíes, que en todas partes cuecen habas. Puede que la monja haya cargado a la emula con más música de la que tú tienes en todos tus cacharritos almacenadores de datos diversos.